La Biennal de Mislata vuelve a sus calles.
La Biennal de Mislata Miquel Navarro ha inaugurado su edición 2020, correspondiente a la convocatoria de arte público. El Premio Adquisición, dotado con 6.000 euros, ha sido para Manu Blázquez por la obra 10 pinturas grises y una constelación de fondo, que pasará a formar parte de los fondos de la colección municipal.
Tras el proceso de selección del jurado formado por Bleda y Rosa, Laura Silvestre, Sandra Moros y Alba Braza, comisaria del certamen, de las 91 propuestas presentadas cinco fueron premiadas con 4.500 euros que incluyen los gastos de producción y los honorarios de artista. Además, como ya adelantaron las bases de esta convocatoria, ha habido un premio de adquisición de 6.000 euros para una de las obras, que pasará a formar parte del patrimonio artístico municipal.
Así, las obras de Estelle Jullian, Paula Valdeón Lemus, Fermín Jiménez Landa, Álex Marco y el propio Manu Blázquez permanecerán en las calles dos años, hasta noviembre de 2022. De forma que los visitantes y los habitantes de la ciudad podrán acceder a las intervenciones artísticas que desde hoy forman parte del paisaje urbano de Mislata. Todas ellas componen un conjunto de obras que ayudan a conocer la ciudad desde otros puntos de vista vinculados a la historia, patrimonio inmaterial y natural de la ciudad, y facilitan la creación de otros modelos de convivencia en el espacio público.
La arquitecta y artista Estelle Jullian centra su obra, Llum de Séquia, en cuestiones relativas al patrimonio hidráulico y a los sistema de gobernanza de riego heredados. Considerando la planimetría de Mislata y centrándose en el brazo de la acequia de Favara, se visibiliza mediante una instalación lumínica su paso por el pasaje entre la Plaza Juan XXIII y la plaza de Ortega y Gasset. Gracias al sistema de medición de aguas pluviales instalado por la artista, la intensidad de luz irá variando en tiempo real respondiendo a las variaciones del caudal de dicha acequia.
Álex Marco, cuya obra aborda la habitabilidad de los espacios, reinterpreta la ciudad con una instalación en el solar situado en la calle del Rosario. Refugio abierto e inhabitable es una estructura que puede ser vista desde el exterior, pero percibida también desde su perspectiva interior, como un elemento que conjuga lo público y lo privado, lo paisajístico y la arquitectura. Realizada con materiales propios de la construcción, reproduce líneas presentes en la ciudad integrándose con cada detalle del contexto en el que ha ubicado la obra.
Manu Blázquez, artista ganador de la edición, da un paso más en su investigación artística centrada en explorar los límites físicos del medio pictórico e incluye una pintura mural. 10 pinturas grises y una constelación de fondo está compuesta por una instalación que contiene diez pinturas apiladas y archivadas en un cubo de cristal incoloro y una intervención mural que presentan una tonalidad de gris diferente. Mientras que en la primera sólo es posible visualizar los dos extremos de la serie, la pieza más clara y la más oscura respectivamente; en la segunda se despliegan todos los grises tratados en este proyecto. En cada una de las telas, aparentemente monocromas, se percibe una serie de puntos cada vez más blancos, a medida que la serie crece y oscurece. Un hecho que puede relacionarse a la experiencia de observar un cielo estrellado desde un lugar con baja o nula contaminación lumínica donde se percibe con mayor nitidez los puntos o cuerpos de luz.
El artista Fermín Jiménez Landa, que ya resultó premiado en la edición de la Biennal de 2016, ha producido en esta ocasión la obra Mapas irreversibles, dos pinturas murales relacionadas entre sí. La idea explora en la percepción que tienen los habitantes de una ciudad sobre los espacios y sus recorridos habituales, combinada con una invitación a la reflexión en torno a cómo nos relacionamos hoy en la ciudad, cómo las nuevas tecnologías han dejado atrás la costumbre de preguntar a personas desconocidas dónde está una calle y cómo llegar a esta. Una vez decidisos los dos espacios a intervenir, el artista pidió a una serie de personas que trazara un camino entre estos dos puntos sobre un papel. Dichos mapas, con sus referencias y trazados a mano, han pasado a convertirse en los dos murales, uno situado en una fachada de la calle Marcos Porta, y otro en la escuela infantil de la calle María Micaela.
Por último, el trabajo de Paula Valdeón Lemus, Arraigo, busca trasladar la mirada del espacio desde lo privado e íntimo hasta el entorno público. Partiendo de la observación de la decoración interior de muchos toldos de balcones que repiten estampados con diseños de plantas y jardines con carácter exótico, la artista ha transformado en una pieza escultórica el vacío de que crean dichos toldos al estar abiertos. Situado en la calle Miguel Hernández, propone una obra que se aleja del carácter industrial y muestra una creación artesanal ofreciendo diversos usos para los viandantes.