2018
por Alba Braza
De nuevo, el mes de diciembre ha sido el momento para celebrar la Biennal de Mislata Miquel Navarro BMMN en su segunda edición dedicada al arte público. Las vecinas y vecinos de Mislata han vuelto a ser protagonistas de esta iniciativa que sale a la calle para dialogar con su ciudadanía.
El presente texto, 2018, que como en la bienal anterior vuelve a asumir el año como título, pone de manifiesto qué se desea, anhela y procura desde la organización bajo el formato de convocatoria comisariada regida por un sistema de premios propuestos por un jurado profesional; y sirve como memoria de las obras que convivieron en la cotidianeidad de la ciudad durante ese mes.
Quizás uno de los ítems más significativos propuestos en las bases reguladoras sea el de dirigirse a un perfil de obras con carácter intersticial, haciendo clara referencia a la estética relacional. Dicho término, acuñado por el crítico de arte francés Nicolas Bourriaud a finales de la década de los noventa, fue utilizado como título del libro Esthétique relationnelle y anteriormente en el catálogo de la exposición “Traffic”, comisariada por él mismo; un concepto que engloba la corriente que da una mayor importancia a las relaciones que se establecen entre y con los sujetos a quienes se dirige la dinámica artística que al objeto artístico en sí. La principal razón de hacer aquí mención a esta estética es porque desde la BMMN se busca exponer manifestaciones artísticas que centren su énfasis en la idea de acontecimiento y en dar lugar a nuevas relaciones sociales en un mismo contexto, Mislata. En las bases, además, se indicaba la premisa de que la provocación de dichas nuevas relaciones personales debían estar basadas en la igualdad de género, la diversidad sexual y cultural; la ecología y el respeto por el medio ambiente. Con todo ello se ofrece la ciudad no sólo como espacio expositivo sino como un campo de trabajo en el cual las y los artistas pueden extraer temas, imágenes, materiales, colaboraciones y un sinfín de posibilidades que no se pretenden acotar, ni en el presente texto, ni en la convocatoria.
Para ello se conceden diez premios que deben dar lugar a diez obras efímeras a las que se les invita a dedicar un segundo plano a los aspectos formales y reservar el primero a la provocación, estimulación y dinamización de la comunidad local. Así, las diez propuestas se han ubicado conformando un itinerario que recorre el centro histórico, desde el Ayuntamiento hasta el barrio de la Morería; desde el Centro Cultural Carmen Alborch a la calle Mayor. A través de este recorrido se favorece la proyección de nuevas miradas y la creación de nuevos protagonistas con la premisa de no modificar el espacio habitado. Empezando por Relatos robados del artista Escif hasta La luz es un privilegio, de Beatriz Millón, se inicia una interpretación del recorrido imprimiéndose en este papel como archivo y memoria.
Días previos a la inauguración empezaron a aparecer en diferentes muros y fachadas de Mislata frases escritas con tiza. Con el transcurso de la bienal, dichos mensajes fueron desapareciendo y volvieron a aparecer nuevos en otros lugares, pues el proceso de creación de Escif en Relatos robados va más allá de la periodización del trabajo que marcan los momentos de preparación, inauguración y desmontaje, responde a sus paseos por las calles de la ciudad y a los comentarios escuchados por personas que allí transitan. Los fragmentos de historias captadas son transformados en citas textuales y adquieren, pese a su sencilla realización, un significado relevante y evocador para sus lectores viandantes.
Situado frente a la puerta del Ayuntamiento, como si del felpudo de bienvenida de se tratara, Migrar el nido, Perfil de acogida, de Ofelia Cardo, hace visible el aumento demográfico de la población, desde el año de nacimiento de la artista (en Mislata), hasta la actualidad. Al igual que Escif, la artista asume un papel de informadora de aquello que pertenece al contexto social y su narración adquiere importancia por la selección de datos y la forma en que los transmite mostrando una clara intención de que estos sean leídos y comprendidos por su público. El carácter site specific de la obra refuerza su quehacer pues las personas que habitan Mislata son, probablemente, quienes mejor conocen su realidad local en cuanto a movimientos migratorios se refiere. Saben bien las historias de quienes emigraron en busca de un futuro mejor y han vivido de cerca la llegada de nuevas comunidades desde diferentes países en busca de acogida.
Ismael Teira también aborda la alta densidad de población de Mislata mediante Terreno infinito. Se trata de una intervención, situada en la plaza del Rosario, que ha ido cambiando con el transcurso de la BMMN. La obra hace presente el valor que adquiere el terreno a través del juego tradicional “furtar terreny”, el cual combina a su vez con un estudio de las posibilidades de permutación de los azulejos que forman parte del suelo de la plaza donde esta se ubica. Teira imagina las infinitas combinaciones que podrían haberse dado en el diseño de las teselaciones a partir de los estudios del erudito francés Sébastien Truchet. La obra contiene diferentes capas de contenido que se sitúan dentro de un mismo parámetro cultural en el cual se entremezclan cuestiones relativas a la especulación urbanística, el juego, el diseño, la cerámica y la tradición.
La intervención de Lluc Mayol se aleja del centro histórico y pone su base en el jardín de La Canaleta. Bajo el formato de publicación, Pallero, invierte los términos y sitúa al lector en el ojo de mira del paellero. Es el lugar donde se hacen las paellas quien observa y responde a la pregunta ¿Quién piensa el paellero que eres tú?, una cuestión que pondrá de manifiesto cuestiones políticas como son el género, la identidad y la ciudadanía. Si bien el hacer paellas los fines de semana forma parte de la cotidianeidad del lugar, Pallero lleva al primer plano diferentes dinámicas que se establecen en torno a este: quién cocina la paella los fines de semana (a diferencia que el resto de la semana); la necesidad de participar en un sistema interno para poder optar al ticket que permitirá acceder al paellero, el cual da prioridad a personas empadronadas en Mislata; con qué ingredientes se configura el menú en un lugar que, tal y como su nombre indica, está pensado especialmente para la cocina de este plato tradicional valenciano.
La publicación se puso a disposición durante el tiempo de duración de la BMMN en unos dispensadores creados por el artista. El formato del papel invitaba a ser usados como mantel para la comida, un uso que permite la lectura de reojo como acercamiento a la obra. Los textos allí incluidos son fruto de la conversación del artista con diferentes agentes aportando diferentes puntos de vista a los tres ejes sobre los cuales pivota la obra.
Los movimientos migratorios, al igual que el resto de temáticas expuestas en la bienal, pertenecen tanto a una realidad local por los datos específicos expuestos, como una realidad global pues son paradigma de situaciones que cuanto menos, se dan en Europa. Así, Anaïs Florin hace patente una problemática urbanística específica del territorio con Un rodeo, una obra que si bien transmite cuestiones que surgen a partir de la puesta en marcha del Plan Sur, también pone de manifiesto los cambios de paisaje y de formas de vida consecuencia de planes urbanísticos. El Plan Sur de Valencia es como se conoce el desvío, o nuevo trazado, del Río Turia diseñado con el fin de evitar nuevos desbordes del río. Un plan que al hacerse efectivo ha creado una cicatriz que divide Mislata en dos partes que pasan a comunicarse a través de un puente. Es a principio de la década de los setenta cuando se dan por finalizadas las obras y desde cuando se inicia la modificación de las costumbres y de la memoria colectiva de ese trozo de la ciudad. Un rodeo se ha formalizado con telas expuestas en diferentes lugares sobre las que hay escritas frases extraídas de entrevistas realizadas a personas que guardan memoria de antes y después del cambio. Como si de manifiestos protesta se tratasen, recuerdos “Como no había agua ni nada, íbamos a comernos la mona con los chiquillos. Había mucha gente. El cauce estaba lleno y los nanos volaban el catxirulo. Todo eso se ha perdido”(…) pasaron también a formar parte de la ciudad.
¿Cuánto incide la modificación del paisaje urbano en nuestras costumbres y en la memoria colectiva? ¿Qué sucede cuando este cambio en el territorio no llega a concluirse o se sitúa en un lugar deshabitado? Espacios del No-hacer de Daniel Garrido lo pone de manifiesto. Por un lado construye en la calle Mayor un espacio de ficción compuesto por elementos que usualmente encontramos en las obras en momentos de pausa (o conclusión) del trabajo. Se trata de un espacio improductivo, cerrado por unas vallas que parecen proteger algo que carece de valor y sentido. Los residuos acumulados, arena y restos de vegetación allí contenidos, invitan a la reflexión de esos lugares inacabados que a menudo se encuentran en las periferias de las ciudades; y evocan tanto obras en pausa que nunca serán concluidas como calles preparadas que no cuentan con fecha para ser recorridas.
Por otro lado, el artista se apropia del paisaje generado en el camino del Quinto y este pasa a formar parte de su obra. Actualmente esa calle no va a ningún lugar y asume el aspecto de solar por la acumulación de residuos y maleza de la vegetación salvaje. A diferencia de la calle Mayor, que es un lugar muy transitado, este espacio está deshabitado. Nadie encontrará fortuitamente la imagen, la obra de Garrido; sin embargo dicho paisaje queda metafóricamente contenido en el espacio acotado de la calle Mayor.
Igualmente hay espacios deshabitados que se encuentran en el centro de la ciudad pero que, en cambio, suelen ser lugares que han sido vividos y que contienen memoria de sucesivas generaciones. Esa es la historia de Martín Hache, quien habiendo transcurrido gran parte de su infancia en la casa de su abuela, una casa ya transformada en solar, propone intervenir en este para mostrar la huella de su memoria. Como sucede en la vida real, debido a los tiempos del proceso de producción artística, el solar desaparece y construyen una nueva casa que anula el rastro de lo que en su día hubo allí. Así, Aquí vivía yo se sitúa finalmente en otro solar; de nuevo lo personal y local vuelven a ser paradigma. Se trata de una instalación compuesta por hilos transparentes situados en un solar situado en la calle Nuestra Señora de los Ángeles, un espacio que representa aquello que queda en el hogar cuando este se abandona, un algo que se entrevé en los laterales cuando la casa pasa a ser un solar, una huella que desaparecerá cuando las máquinas de construcción inicien su trabajo y se cree otra capa de memoria.
María Tena Torres ubica Breve encuentro asimismo en un solar, el de la calle del Rosario, un espacio cuidado por varias personas que habitan el edificio de enfrente. Las vecinas han situado tal número de plantas que no dejan margen de dudas de que se trata de un lugar atendido y protegido, que ese solar no es un espacio en desuso. Breve encuentro enfatiza estos cuidados mediante la imagen de gran formato impresa en PVC allí instalada. Se trata de una fotografía de dos pequeñas piezas cerámicas que, por su disposición, transmiten la idea de abrazo. Ambas se presentan unidas mediante una goma elástica que les da estabilidad y les permite ocupar las cavidades que ambas poseen respectivamente.
Por otro lado, María Vidany Murgui parte de aquellas plantas denominadas malas hierbas, para otorgarles nuevos significados. Mozart, Bach y las flores del mal es una instalación de carácter experimental que ironiza sobre ciertos paradigmas culturales. La instalación inicia con la recolección de malas hierbas que crecen en la zona y sigue con su plantación en macetas con sumo cuidado, para posteriormente exponerlas acompañadas de música de los clásicos compositores, Mozart y Bach, con una selección de piezas a las que se le ha asignado hasta quince beneficios para la salud. ¿Tendrá la música clásica capacidad para transformar a estas malas hierbas? ¿Cambia el estatus de una mala hierba al ser domesticada, cuidada y estar bajo el influjo de la música clásica?
Al llegar la noche, cuando el resto de obras dejan de ser visibles, se activa La luz es un privilegio, de Beatriz Millón. En este caso, la creación de la obra viene de la mano de Gloria García, persona de etnia gitana que se encuentra en una situación de pobreza energética. Su vida representa la realidad de todo un colectivo de personas cuyas necesidades primarias, como es contar con luz eléctrica en el hogar, no están cubiertas. Considerada por Millón como coautora de la obra, es ella quien escribe con su puño y letra el título que, transformado en luces de neón, ha pasado a estar colgada del balcón de la Biblioteca Municipal. El mensaje ilumina la plaza durante la noche y hace patente cómo contar con luz en el hogar es en la actualidad un privilegio que no siempre se puede obtener, más aún cuando las multas por impagos acumulan intereses que catapultan a una situación de mayor pobreza cada vez. Junto con obra se llevó a cabo un encuentro en el que participaron diferentes entidades en busca de soluciones y la misma Gloria con su relato personal. Finalmente, y fuera del ámbito público, la artista donó parte del importe del premio recibido a su coautora, Gloria, para ayudar a hacer frente a sus deudas adquiridas.
Dos primaveras y un invierno deberán transcurrir hasta la próxima edición de la bienal. Hasta entonces, los sujetos principales, las y los ciudadanos de de Mislata, seguirán compartiendo aquellos recuerdos, sensaciones, impresiones y opiniones que la BMMN ha activado. Mientras tanto, las malezas seguirán creciendo, las personas continuarán conversando, los edificios y los solares seguirán sucediéndose, los dibujos que crean los azulejos serán recorridos por las pelotas de quienes juegan y por los pies de quienes la recorren. Mislata seguirá ofreciéndose como lugar de experimentación para las y los artistas que deseen participar en futuras ediciones.